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Programa 12

Junio 2024

Beatriz Santiago Muñoz: La cueva negra

Por Almudena Escobar López

¿Qué tipo de imágenes son posibles tras la ocupación militar de Puerto Rico y su pasado colonial?  En un paisaje que persiste a través de su regeneración continua, la cámara de Beatriz Santiago Muñoz observa cómo elementos mitológicos Taínos se entrelazan con restos de evidencia forense La Cueva Negra (2012) es una observación profunda del Paso del Indio, un yacimiento arqueológico de la zona de Vega Baja en Puerto Rico que se encontró en 1993 durante el proceso de construcción de una autopista.

El Paso del Indio es la zona arqueológica más grande y con mayor estratificación prehistórica de la isla, poblada al menos durante cuatro periodos concretos: Igneri (400–600 DC), Pretaíno (600–1200 DC), Taíno (1200–1500 DC), y Colonial (1500–1900 DC). Tras su descubrimiento el yacimiento fue únicamente excavado durante dos años de la mano de un grupo local de unos dos cientos trabajadores de los pueblos de alrededor y un pequeño equipo de arqueólogos y antropólogos.[1]

Santiago Muñoz está interesada en sitio no sólo por su importancia histórica, sino también por las historias entrelazadas de los que trabajaron en las excavaciones, así como por la historia natural de la isla: cada nivel está separado por varias capas de sedimento de las inundaciones y el lugar esta cubierto de bosque. El Paso del Indio contiene más de cuatro mil años de historia y mitología en un continuo que incluye la “conquista” española, así como la situación política y económica actual bajo el dominio estadounidense.

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Santiago Muñoz filmó durante los fines de semana de una manera regular durante aproximadamente tres meses en 2011, cuando se planeó que la siguiente etapa del Gasoducto del Sur en Puerto Rico se extendiera unos mil metros a cada lado de la zona.[2] Durante esos meses, ella también estuvo en conversación con Osvaldo García Goyco, profesor de antropología de la Universidad de Puerto Rico (UPR-RP) a cargo de las excavaciones en El Paso del Indio a principios de los años 90.

 

Santiago Muñoz se interesó especialmente en el método de García Goyco de combinar mitología y arqueología para comprender mejor la ubicación de los asentamientos taínos en relación con el mito originario taíno. Su método proporciona una estrategia forense alternativa para comprender y recuperar la cultura taína dentro de un sistema político que silencia continuamente la cultura indígena de la isla.[3] Según García Goyco el lugar en el que se asentaban los grupos taínos siempre tuvo características geográficas comunes (salida del sol desde un determinado mirador, agua, una cueva con murciélagos en las proximidades…).[4]

 

Santiago Muñoz, por su parte, considera formas de entender El Paso del Indio a través de elementos mitológicos del mito taíno del origen del mundo, en particular el Coabey, la cueva donde se originaron todos los animales y personas.[5]

 

Durante uno de los fines de semana que estaba filmando, Santiago Muñoz conoció a Heniel y Keniel Camacho, dos adolescentes locales que merodean la zona en busca de sus caballos perdidos. Juntos comenzaron una colaboración, ya que los adolescentes estaban intrigados por la presencia del cineasta, y Santiago Muñoz inmediatamente hizo la conexión entre ellos y la presencia de los gemelos divinos en la mitología taína.[6]  Mientras exploraron el sitio juntos, ella compartió las historias mitológicas que estaba investigando, así como las historias de quienes participaron en la excavación en los años noventa.

 

Aunque este proceso de compartir historias no se describe explícitamente en la película, la actuación improvisada de Heniel y Keniel refleja este intercambio. Santiago Muñoz suele recurrir a la improvisación como forma de trabajo colaborativo con actores no profesionales; considerándolo como “un proceso de participación en el análisis, excepto que en lugar de la subjetividad individual del analizante, somos analizandos y analistas, y es una subjetividad compartida a la que estamos tratando de acceder”.[7]

 

La película comienza con imágenes del bosque y sus sonidos. Santiago Muñoz narra el mito, entonando: “Antes de los humanos, de los puentes y de los pájaros, había una cueva”. Entonces el sonido diegético de la película se abre con el ruido de los coches de la autopista mezclándose con los sonidos del bosque. Hay varias tomas del bosque vacío, el río y el suelo, seguidas de imágenes de los adolescentes moviéndose e interactuando con el espacio. Los coches se escuchan de fondo, pero los sonidos del bosque se apoderan del paisaje sonoro.

 

Debajo de la carretera, el bosque se extiende, superando la ruina y reclamando su propio tiempo y perspectiva más allá del orden visual impuesto por la colonia. Haniel y Keniel juegan con enredaderas, nadan en el río, trepan a los pilares del puente de la carretera, miran entre la basura esparcida por el suelo y montan a caballo. Encuentran un casco de construcción abandonado y cubierto de tierra –vestigio de las excavaciones de los años noventa– y juegan con muebles destartalados y coches abandonados cubiertos de óxido –quizás haciendo referencia a los muebles que quedan esparcidos tras los huracanes que azotan frecuentemente la isla.

 

La cámara adopta el punto de vista de quienes podrían participar en esta observación serpenteante y generativa de El Paso del Indio. Es como si la cámara, Santiago Muñoz y los adolescentes estuvieran igualmente intrigados por el continuo ancestral que encierra el lugar, no sólo en un sentido material sino también físico y, diría yo, espiritual. Los dos niños sólo usan chanclas, crocs y pantalones; sus torsos expuestos y su piel bronceada se desplazan por el bosque sin miedo porque sus cuerpos pertenecen a esta geografía. Conocen el lugar y reconocen su orden interno.

 

Es como si la comprensión del mundo de los niños estuviera generada por su realidad geopolítica (el bosque y el medio ambiente), así como por su memoria corporal. La Cueva Negra está hecha para Heniel y Keniel, Santiago Muñoz y un público puertorriqueño que pueda identificar de inmediato el paisaje postindustrial de la isla y comprender la situación subordinada que sufre en relación a Estados Unidos.

 

En lugar de centrarse en la cultura material dejada por los taínos, Santiago Muñoz señala el proceso compartido de aprendizaje sobre las historias mitológicas de El Paso del Indio y cómo se transmiten al cuerpo al transitar por él. Durante su proceso de investigación/filmación, ella pasa “mucho tiempo en un lugar o con un grupo de personas simplemente estando con ellos primero, escuchando. Creo que se trata menos de observar”, dice, que de “pensar con todo el cuerpo.” [8]

 

La atención sensorial mejorada que ella perfecciona proviene de habitar juntos y relacionarse físicamente con el espacio. [9] Santiago Muñoz nos propone una forma de historia visual ambiental que incorpora mitología y experiencias encarnadas como procesos de aprendizaje sobre Puerto Rico. En una isla donde los desastres naturales y políticos son habituales, la historia reside en el cuerpo y en las cualidades de un paisaje que se regenera incansablemente. La Cueva Negra propone una ontología de Puerto Rico y, por extensión, de los cuerpos que lo habitan.

[1] Los resultados de las pruebas del carbono catorce indican que el periodo de ocupación empezó en el 2580 a.C. (período arcaico) hasta períodos históricos. Durante el trabajo de campo se excavaron o documentaron más de ciento cincuenta entierros humanos, junto con cientos de vestigios de postes (algunos correspondientes a unidades habitacionales), así como numerosos cerámica, líticos y de concha. Después de documentar todo, se volvió a cubrir y se terminaron el puente y la Carretera. Para leer más sobre el Paso del Indio veáse Peter E. Siegel, Ancient Borinquen: Archaeology and Ethnohistory of Native Puerto Rico (Tuscaloosa: University of Alabama Press, 2005).

 

[2] Este fue un proyecto propuesto en 1993 por el presidente de la Autoridad de Energía Eléctrica de Puerto Rico (AEE), Miguel Cordero. Su construcción comenzó en 2005 bajo la administración del PPD de Aníbal Acevedo Vilá y fue increíblemente controvertida debido a preocupaciones históricas y ambientales. Véase Greg Allen y Marisa Peñaloza, “Puerto Rican Governor Faces Opposition to Pipeline”, NPR, 25 de agosto de 2011.

 

[3] La zona de Río Indio fue declarada por primera vez Reserva Natural en 2004, y no fue hasta 2007 que se convirtió en Lugar Histórico Nacional. Durante una visita al lugar en la primavera de 2021, se demostró que el lugar no estaba siendo cuidado y que solo los residentes locales lo mantenían precariamente.

 

[4] Beatriz Santiago Muñoz, entrevista por teléfono con la autora, 10 de Septiembre 10, 2023.

 

[5] El mito taíno de la creación menciona dos cuevas negras: de la cueva de Cacibajagua vinieron los humanos, mientras que los dioses vinieron de una cueva diferente. Véase Sonia Migdalia Rosa-Vélez, “La creación de los humanos: el génesis,” en“Acercamiento a Los Mitos y Leyendas Taínos En La Literatura Puertorriqueña y Caribeña” (Tesis doctoral en la Universidad de Puerto Rico, Mayaguez, 2002), 58–65.

 

[6] El mito de los gemelos divinos está muy extendido por toda la región prehispánica americana y antillana. En la mitología taína estaban los cuatrillizos nacidos de Itiba Cahubaba que murieron al dar a luz como uno de los esqueletos encontrados en El Paso del Indio durante las excavaciones. Deminán Caracaracol guió a sus hermanos (se desconocen sus nombres) en desventuras de la creación por todo el universo caribeño. Para saber más sobre los gemelos en la mitología taína véase Rosa-Vélez, “Los gemelos de la mitología taína,” en “Acercamiento a Los Mitos y Leyendas Taínos En La Literatura Puertorriqueña y Caribeña,” 106.

 

[7] Santiago Muñoz, entrevistada por Almudena Escobar López, “Chapter 1: Film as Ritual.”

 

[8] Santiago Muñoz, idem.

 

[9] No empleo la palabra paisaje. Esto se debe a que el paisaje como concepto implica una forma particular de ver el medio ambiente como algo autónomo, alcanzable y que puede medirse. Espacio propone una idea de lugar más amplia que incorpora al cuerpo como elemento de navegación a la par que permite la inclusión de distintas concepciones de epistemológicas de lugar.

Beatriz Santiago Muñoz: La cueva negra

By Almudena Escobar López

What kinds of images are possible after the military occupation of Puerto Rico and its colonial past? Beatriz Santiago Muñoz turns to the ever-changing landscape of Puerto Rico and its reconstruction through an attentive observation of how the forensic traces of the past intertwine with mythological elements from the Taíno tradition. La Cueva Negra (2012) explores the Paso del Indio, an archeological site in Vega Baja, Puerto Rico found in 1993 during a major highway construction project.

El Paso del Indio is the largest and most stratified prehistoric site on the island, elaborated over at least four distinct periods: Igneri (400–600 DC), Pretaino (600–1200 DC), Taíno (1200–1500 DC), and Colonia (1500–1900 DC). After its discovery, the site was excavated in only two years using a local crew of about two hundred laborers from the surrounding  villages and a handful of archeologists and anthropologists.[1]

Santiago Muñoz was interested in the site not only for its historical significance, but also because of the entangled histories of all those who worked on the excavations, as well as the natural history of the island itself: each level is separated by several layers of sediment from floods, and the site was heavily covered by the forest. Over four thousand years of history and mythology are transcribed in this site and form a long continuum that includes the current economic and political situation of the island under US occupation.

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Santiago Muñoz filmed regularly every weekend for about three months in 2011 when the next stage of the Southern Gas Pipeline in Puerto Rico was planned to extend about a thousand meters from each side of the site.[2] At the time, she was in conversations with Osvaldo García Goyco, a professor in anthropology at the Universidad de Puerto Rico (UPR-RP) in charge of the excavations at El Paso del Indio in the early ’90s.

 

She was interested in García Goyco’s method of combining mythology and archeology to better understand the placement of the Taíno settlements and their relationship with the Taíno origin myth. His method provides an alternative forensic strategy to understand and reclaim Taíno culture within a political system that continuously silences the Indigenous culture of the island.[3] García Goyco described how the location in which Taíno groups would settle always had shared  geographic characteristics (sun rising from a particular vantage point, water, a cave with bats in the vicinity…).[4] Santiago Muñoz, in turn, considered ways of looking at El Paso del Indio through mythological elements from the Taíno origin of the world myth, in particular the Coabey, the original cave from which all the animals and people originated.[5]

 

During one of the weekends, she was filming, Santiago Muñoz met Heniel and Keniel Camacho, two local teenage boys prowling the area in search of their lost horse. Together they started a collaboration, as the teenagers were intrigued by the filmmaker’s presence, and Santiago Muñoz immediately made the connection between them and the presence of the divine twins in the Taíno mythology.[6]  She shared the mythological stories she was researching with them, as well as the stories of those who participated in the excavation of the site in the nineties while they explored the site together, moving around the space.

 

Although this process of sharing stories is not explicitly depicted in the film, Heniel and Keniel’s improvised performance throughout reflects this exchange. Santiago Muñoz often turns to improvisation as a form of collaborative work with non-professional local actors; she thinks of it as “a process of engaging in analysis—except instead of the analysand’s individual subjectivity, we are both analysands and analysts, and it is a shared subjectivity we are trying to access.”[7]

 

The film opens with images of the forest and its sounds. She narrates the myth, intoning, “Before humans, bridges and birds, there was a cave.” It is at this point that the soundtrack opens onto the sound of cars from the nearby highway, which meld with the sounds of the forest (Figure 2.17). There are several shots of the empty forest, the river, and the soil, followed by images of the teenagers interacting with the space. The cars can be heard in the background, but the sounds of the forest take over the soundscape.

 

Underneath the highway, the forest grows over everything, overtaking the ruin and reclaiming its own time and perspective beyond the visual order imposed by the colony. Haniel and Keniel play with vines, swim in the river, climb the pillars of the highway bridge, look through the garbage scattered around the floor, and ride their horses around (Figures 2.18 and 2.19). They find an abandoned construction helmet covered in dirt—a trace of the excavations from the nineties—and play with the dilapidated furniture and old rusty cars—a reference to the furniture left scattered around after the hurricanes that often hit the island (Figures 2.20 and 2.21).

 

The camera adopts the point of view of those who might participate in this meandering and generative observation of El Paso del Indio. It is as if the camera, Santiago Muñoz, and the teenagers were all equally intrigued by the ancestral continuum that the place embeds, not only in a material sense but also physically and, I would argue, spiritually. The two boys wear only flip-flops, crocs, and trousers; their exposed torsos and their tan skin shuttle around the forest without fear because their bodies belong to this geography (Figure 2.22). They know the place and recognize its internal order.

 

It is as if the boys’ understanding of the world is generated by their geopolitical reality—the forest and the environment—as well as their bodily memory. La Cueva Negra is made for Heniel and Keniel, Santiago Muñoz, and a Puerto Rican audience that can immediately identify the post-industrial landscape of the island and understand the subordinated situation that it suffers in relation to the United States.

 

Instead of focusing on the material culture left behind by the Taíno, Santiago Muñoz points to the shared process of learning about the mythological stories of El Paso del Indio and how they are transmitted to the body when moving through it. During her research/filming process, she spends “a lot of time in a place or with a group of people just being with them first, listening. I think it is less about observation,” she says, than about “thinking with the whole body.”[8]

 

The enhanced sensorial attention she hones comes from inhabiting together and physically engaging with space.[9] Santiago Muñoz proposes a form of environmental visual history that incorporates mythology and embodied experiences as processes of learning about Puerto Rico. On an island where natural and political disasters are commonplace, history resides in the body and in the qualities of a landscape that tirelessly regenerates itself. La Cueva Negra proposes a visual ontology of Puerto Rico, and by extension, the bodies that inhabit it.

[1] The results of the carbon fourteen tests indicate that the period of occupation begins from 2580 BC (Archaic Period) to historical periods. During the field work, more than one hundred and fifty human burials were excavated or documented, along with hundreds of traces of poles (some corresponding to housing units), as well as numerous ceramic, lithic, and shell artifacts. After everything was documented, it was covered again and the bridge and highway were completed. For more information about El Paso del Indio see Peter E. Siegel, Ancient Borinquen: Archaeology and Ethnohistory of Native Puerto Rico (Tuscaloosa: University of Alabama Press, 2005).

 

[2] This was a project proposed in 1993 by the chairman of the Puerto Rico Electric Power Authority (AEE), Miguel Cordero. Its construction started in 2005 under the PPD administration of Aníbal Acevedo Vilá and was incredibly controversial due to historical and environmental concerns. See Greg Allen and Marisa Peñaloza, “Puerto Rican Governor Faces Opposition to Pipeline,” NPR, August 25, 2011.

 

[3] The area of Río Indio was first declared a Natural Reserve in 2004, and it was not until 2007 that it became a National Historic Place. During a visit to the site in the spring 2021, it was shown that the site was not being cared for and that it was only being precariously maintained by local residents.

 

[4] Beatriz Santiago Muñoz, telephone interview by the author, September 10, 2023.

 

[5] The Taíno myth of creation mentions two cueva negras (black caves): humans came from the Cacibajagua cave, while the gods came from a different cave. See Sonia Migdalia Rosa-Vélez, “La creación de los humanos: el génesis,” in “Acercamiento a Los Mitos y Leyendas Taínos En La Literatura Puertorriqueña y Caribeña” (PhD diss., University of Puerto Rico, Mayaguez, 2002), 58–65.

 

[6] The myth of the divine twins is widespread throughout pre-Hispanic American and the Antillean region. In Taíno mythology, there were the quadruplets born from Itiba Cahubaba who died at childbirth like one of the skeletons found at El Paso del Indio during the excavations. Deminán Caracaracol led his brothers (their names are unknown) in misadventures of creation throughout the Caribbean universe. For more about these twins in Taíno mythology see Rosa-Vélez, “Los gemelos de la mitología taína,” in “Acercamiento a Los Mitos y Leyendas Taínos En La Literatura Puertorriqueña y Caribeña,” 106.

 

[7] Santiago Muñoz, interview by Almudena Escobar López, “Chapter 1: Film as Ritual.”

 

[8] Santiago Muñoz, ibid.

 

[9] Note that I am not using the word landscape. This is because landscape as a concept implies a particular way of looking at the environment as a self-contained attainable thing that can be measured.

La Cueva Negra

Sinopsis

Paso del Indio es un cementerio indígena en Vega Baja (Puerto Rico), descubierto en 1992 durante la construcción de una autopista en el cual doscientas personas sin formación para ello, tuvieron que desenterrar a 160 cadáveres. Estas personas crearon su propia mitología a partir de este evento y a su vez se la transmitieron a la siguiente generación de habitantes del lugar.

Alejándose de las implicaciones de dominación y control que tiene la idea del paisaje, La Cueva Negra se relaciona con este territorio mirándolo como un espacio en constante construcción hecho de una infinidad de capas de tiempo acumuladas. Beatriz Santiago Muñoz acudió a él durante dos meses, cada sábado, para encontrarse con arqueólogos y locales, interesada en conocer las formas de las cosmologías indígenas que podría encontrar allí. Así fue como conoció a Heniel y Keniel Camacho, los dos gemelos protagonistas de este cortometraje, mientras estos buscaban un caballo. El resultado es una película que nace de esta relación, y que piensa a través de estos chicos deambulantes, los orígenes y significados de este lugar.

Ficha técnica

Autor/a: Beatriz Santiago Muñoz
País: Puerto Rico
Año: 2013
Duración: 20’00”

Participantes

Beatriz Santiago Muñoz

Beatriz Santiago Muñoz nació en San Juan, Puerto Rico, en 1972. Completó su licenciatura en Humanidades en la Universidad de Chicago en 1993 y un máster en Bellas Artes de la Escuela del Instituto de Arte de Chicago en 1997, donde estudió cine y video. Su obra reciente se centra en el subconsciente sensorial de los movimientos anticoloniales y en la obra poética cotidiana en el Caribe.

Ha realizado exposiciones en solitario como «Gosila» en Der Tank de Basilea; «Rodarán cabezas» en Espacio Odeón de Bogotá; «That which identifies them, like the eye of the cyclops» en Western Front; «A Universe of Fragile Mirrors» en el PAMM de Miami, y «Song Strategy Sign» en el New Museum. También ha realizado exposiciones colectivas en la Whitney Biennial 2017, Nueva York; Prospect 4, Nueva Orleans; 8.ª Bienal Contour, Malinas; “Ce qui ne sert pas s’oublie”, CAPC-Burdeos, “Under the same sun” en el Museo Guggenheim de Nueva York entre otras.

Almudena Escobar López

Curadora independiente, archivera y académica. Ha presentado programas y exposiciones cinematográficas en TIFF, el Museo de Arte Moderno, Batalha Centro de Cinema, Arsenal Film Institute, Anthology Film Archives, Film Society of Lincoln Center, Museum of Moving Image, UnionDocs, Cineteca. Nacional de México, entre otros. Fue curadora adjunta de Media Arts en la Memorial Art Gallery (MAG) en Rochester (2018-2022), y con Sky Hopinka, co-curadora del 67° Seminario de Cine Flaherty.

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