Pantalla
Programa 06
Julio 2023
De la mano de la cineasta Ute Aurand y la escritora y comisaria Sarah Neely, este programa explora el potencial de la memoria para entrelazar conexiones y generar texturas que apelan a una experiencia colectiva más allá de la memoria individual de la cineasta. Así, el bellísimo ensayo de Neely The textures of memory: Ute Aurand’s Rushing Green with Horses, pone en valor la capacidad de Aurand para transmitir las sensaciones propias de la naturaleza efímera de la memoria.
El texto The textures of memory: Ute Aurand’s Rushing Green with Horses fue publicado por primera vez en Meditaciones sobre el presente. Ute Aurand, Helga Fanderl, Jeannette Muñoz y Renate Sami (Eds., Garbiñe Ortega, María Palacios; Punto de Vista, 2020)
A los ocho minutos del largometraje de Ute Aurand, Rushing Green with Horses, aparece la secuencia que da título a la película. Primero, una ráfaga de árboles verdes y cielo azul, luz reflejada en la parte interior de la ventanilla de un tren, imágenes que van apareciendo con el telón de fondo sonoro del tren que traquetea por su vía. El lienzo en movimiento sobre el que emerge un patrón de imágenes forma un ritmo constante que refleja el movimiento del propio tren, el movimiento a toda velocidad, hacia delante, ralentizado en ocasiones por los giros de ballet de la cámara que permiten el análisis más detenido de las escenas que se ven al pasar: los árboles colmados de flores blancas del comienzo de la primavera, la visión fugaz de dos jinetes que galopan a caballo a campo abierto. Después, un campo de hierba y los patrones llenos de texturas que se crean a medida que el sol y el viento lo recorren, mientras los pájaros pían como música de fondo. Una mano se extiende para coger una manzana de un árbol, la agarra, la lleva hacia la cámara. Entonces la imagen se sustituye por la de un pájaro echando a volar, antes de que oigamos el sonoro crujido de un mordisco a la manzana que ya no vemos, y luego se impone el silencio mientras las nubes pasan sobre lo que parece la luna creciente, pero resulta ser un eclipse solar. La luna devora al sol mientras la gente se tumba en la hierba mirando hacia arriba.
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Esta secuencia, que, igual que el resto de la película, se compone de material recopilado por la cineasta en su vida cotidiana y sus viajes durante 20 años, transmite una sensación de las texturas experienciales de la memoria y del paso del tiempo; expresa su naturaleza efímera y, al mismo tiempo, los momentos supremos, más conmovedores, que parecen haberse cristalizado en el tiempo. Esta preocupación temática por la interacción entre la percepción del tiempo como una magnitud comprimida o, por el contrario, expandida también se expresa a través de la singular gramática de edición del largometraje, por ejemplo, mediante un característico montaje similar al staccato: interceptaciones, avances acelerados, repeticiones. Esos cortes del montaje, que a veces parecen revolotear, como un parpadeo o un latido que tartamudea, actúan a modo de puntuación a lo largo de la película. Los vacíos, las ocasiones en que las personas están descentradas o desenfocadas, la imagen está oscurecida o la imagen y el sonido se han desincronizado, hacen referencia a la imparcialidad de la memoria y al proceso fragmentario que implica recordar. De forma similar a la experiencia de quien viaja en tren y admira los paisajes que atisba por la ventanilla, las imágenes se aproximan a nosotros a toda velocidad y después vuelven a alejarse, dejando una huella: su propio recuerdo.
El largometraje de Aurand explora estas cualidades de la memoria relacionadas con la textura, centrándose a menudo en los aspectos más corporales de la memoria. Ya sea mediante el uso táctil de la cámara y su predilección por las imágenes desenfocadas u oscurecidas, por una subjetividad que se da a entender en momentos en los que la cámara se gira juguetonamente y se pone de lado, o bien mediante la colocación en primer plano de los cuerpos físicos de las personas ante la cámara —la nuca de un ser querido que duerme en la hierba, el primer plano de un ojo del que solo se recoge una parte en el encuadre, la cámara centrándose en manos jóvenes y ancianas, y a veces también en las de la propia cineasta, que tocan el poste de una valla, sujetan una taza de té, una carta o incluso tapan la lente de la cámara—, se genera un engranaje completamente táctil y sensorial con la memoria.
Esa intención de centrar el largometraje en la experiencia a través del cuerpo se establece desde el principio; en la primera secuencia aparece una adolescente bailando al ritmo de la música de un móvil. La distorsión de la música diegética de la banda sonora, que a veces se acompaña de ruidos producidos por el cuerpo o de los sonidos tenues de la adolescente que tararea la música, llama la atención sobre su naturaleza «de archivo», lo que produce su propia sensación de hapticidad; y a su vez el montaje de la película, que responde al ritmo de la música y también al de la persona que baila, hace aún más énfasis en el engranaje con los aspectos más corporales de la memoria.
En palabras de Chris Kennedy, las películas de Aurand sin duda reflejan un «tiempo presente decididamente feliz, un aluvión de imágenes del ahora»[1] con un estilo similar al de las obras de Jonas Mekas y Margaret Tait, que consistió en filmar sus entornos cotidianos y en recopilar material durante muchos años; sin embargo, la columna vertebral del material que se presenta en la nueva película de Aurand dialoga consigo misma, comunicándose en diversos momentos y lugares. En este sentido, la película de Aurand actúa como una especie de texto-memoria: capta las formas más ambiguas que tenemos de recordar los sonidos y las imágenes de personas y lugares, las cualidades que a menudo, y para nuestra frustración, no encontramos en las fotografías que hacemos para recordar a una persona o un lugar determinados. En lugar de ofrecer una «imagen» completa, nuestros recuerdos suelen estar formados por una recopilación ecléctica de lo que parecen ser detalles arbitrarios: el sonido de la voz de una persona, su risa, un gesto particular que hace con la mano, una arruga en la cara, un color, una canción casual, etc. Además, esos detalles suelen yuxtaponerse en nuestra memoria de formas inesperadas. Con su enfoque como realizadora, Aurand demuestra una especial habilidad para transmitir estas cualidades más efímeras de la memoria. Sus películas, que, más que una forma predeterminada de autoexpresión, son actos exploratorios, consiguen captar los detalles de la vida cotidiana que suelen pasarse por alto, lo que hace que su filmografía resulte especialmente conmovedora.
Igual que su título, Rushing Green with Horses [Ráfaga verde con caballos] se presenta como una especie de haiku: una forma que se ocupa fundamentalmente de presentar «cosas», no «pensamientos», y de facilitar su yuxtaposición libre. Aunque la película de Aurand no trata de explicar lo que se ve ni lo que se oye en ella, a la larga no importa si el espectador no comprende la relación entre la cineasta y las personas y los lugares que retrata. La generosa implicación de la película con las «cosas» cotidianas ante la cámara permite que se establezcan conexiones más allá del mundo de la película y de la memoria individual de su realizadora, porque se evocan texturas y cualidades de la memoria que forman parte de una experiencia colectiva, más amplia, de la memoria.
[1] Chris Kennedy, notas del programa para «In Present Tense. Films of Ute Aurand», 4 de noviembre de 2009, California College of the Arts en colaboración con el Pacific Film Archive.
Just over eight minutes into Ute Aurand’s feature-length film, Rushing Green with Horses, is a sequence which gives the film its title. First, a rush of green trees and blue sky, light reflected across the inside of a train window, images unfolding against a sonic backdrop of the train rattling down its track. The moving canvas onto which a pattern of images emerges forms a steady rhythm mirroring the movement of the train itself, the hurtling movement forward occasionally slowed by balletic turns of the camera enabling a closer examination of the passing scenes: trees filled with the white blossom of early spring, a quick glimpse of two riders on horses galloping across open pasture. Next, a field of grass and the richly textured patterns created as the sun and wind move across it, birds chirping in the background. A hand reaches for an apple on a tree, grabs it, pulls it towards the camera. The image is then replaced with one of a bird taking flight, before we hear the loud crunch of a bite being taken from the apple no longer in view, then silence as clouds pass over what could be a crescent moon, but is revealed to be a solar eclipse. The moon devours the sun while people lying down on the grass gaze upwards.
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The sequence, like the rest of the film comprised of material gathered by the filmmaker throughout her daily life and travels over a period of twenty years, conveys a sense of the experiential textures of memory and the passage of time, expressing both its fleeting nature as well as the supreme or more poignant moments which seem crystallised in time. This thematic concern with the interplay between the perception of time as either compressed or expanded is also expressed through the film’s unique grammar of editing, including distinctive staccato-like edits, which intercept, fast-forward, repeat. Sometimes fluttering like the blinking of an eye or a stuttering heartbeat, they serve as a kind of punctuation throughout the body of the film. The gaps, the occasions when subjects are decentred or out-of-focus, or the image obscured, or when sound and image are out-of-sync, reference the impartiality of memory and the fragmentary process of its recall. Like the experience of the train traveller admiring the passing scenery glimpsed from the window, images speed towards us and then away again, leaving an imprint – their own memory.
These textural qualities of memory are explored throughout Aurand’s film, often focusing on the more embodied aspects of memory. Whether through the haptic use of the camera, and its privileging of out-of-focus or obscured images, a subjectivity implied through moments when the camera is playfully turned on its side, or through the foregrounding of the physical bodies of the subjects before the camera – the neck of a loved one asleep on the grass, a close-up of an eye only partially in frame, the camera’s focus on hands both young and old, at times including the filmmaker’s own hands – touching a fence post, holding a cup of tea, a letter, or once even covering the lens of the camera – engender a wholly tactile and sensorial engagement with memory.
This focus on embodied experience is established early on in the film’s opening sequence featuring a teenager dancing to music played on a handheld device. The distortion of the diegetic music on the soundtrack, at times accompanied by the sounds of bodily thumps or the faint sounds of the teen humming along to the music, calls attention to its ‘archival’ nature, producing its own sense of hapticity, while the film’s editing, responding to rhythms of the music as well as the dancer, further emphasises an engagement with more embodied aspects of memory.
Although, as Chris Kennedy has written, Aurand’s films undoubtedly reflect a ‘decidedly joyous present tense – the flooding imagery of the now’[1] – in a style comparable to the films of Jonas Mekas and Margaret Tait – like the work of Mekas and Tait, which involved filming their everyday environments and gathering material over many years, the body of material presented in Aurand’s new film forms a dialogue with itself, communicating across a variety of times and places. It is in this manner that Aurand’s film serves as a kind of memory text, capturing the more ambiguous ways in which the sounds and images of people and places are remembered – the kinds of qualities that are often frustratingly absent from photographs taken as mementos of a particular person or place. Rather than offering a complete ‘picture’, our memories are often more likely to be comprised of an eclectic assemblage of seemingly arbitrary details – the sound of someone’s voice, their laughter, a particular gesture of the hand, a line on the face, a colour, an incidental song, etc. Furthermore, in our memories these details are often juxtaposed in unexpected ways.
Aurand’s approach as a filmmaker proves particularly adept in conveying these more ephemeral qualities of memory. Acts of exploration rather than a predetermined form of self-expression, her films succeed in capturing the details of the everyday that are often overlooked – a quality which renders the work particularly moving.
Like its title, Rushing Green with Horses presents itself as a kind of haiku poem – a form primarily concerned with presenting ‘things’ rather than ‘thoughts’ and facilitating their free juxtaposition. Although Aurand’s film makes no attempt to explain what is seen or heard in the film, it ultimately doesn’t matter if the viewer has no understanding of the relationship between the filmmaker and the people and places depicted. Instead, the film’s generous engagement with the everyday ‘things’ in front of the camera enables connections to be made beyond the world of the film and the individual memory of the filmmaker – evoking the textures and qualities of memory that are part of a wider, collective experience of memory.
[1] Chris Kennedy, programme notes for “In Present Tense. Films of Ute Aurand”, 4 November 2009, California College of the Arts in collaboration with the Pacific Film Archive.
Sinopsis
Sinopsis: Una colección de breves observaciones y encuentros, filmados entre 1999 y 2018 en casa y de viaje, con amigos y a solas. Gestos privados despiertan mi atención: Anton en su apartamento de Lichtenberg, Lilian y Nanouk con 10 días de vida, el 94 cumpleaños de Jón, Sofía bailando, un viaje a Detroit, Alma y Ernie en la Puerta de Brandemburgo. Vemos a las mismas personas a distintas edades, de niño, de adolescente, de joven… La magia de las imágenes en movimiento y los sonidos resuena desde el pasado hasta el presente. En medio de la película aparece una frase manuscrita, primero reflejada y luego girada: A child asleep in its own life [Un niño dormido en su propia vida].
Ficha técnica
Autor/a: Ute Aurand
País: Alemania
Año: 2019
Duración: 82 min.
Ute Aurand
Ute Aurand es una cineasta afincada en Berlín. Estudió en Deutsche Film- und Fernsehakademie Berlin (dffb, 1979-1985). Sus películas se han proyectado internacionalmente en TIFF Wavelengths; Media City Film Festival; Berlinale Forum Expanded; IFFR; Oberhausen; Courtisane Festival; Tate London; Robert Flaherty Seminar; PFA Berkely; HFA Cambridge; NGA Washington, entre otros. En su labor como comisaria, entre 1990 y 1996, programa Filmarbeiterinnen-Abend y Sie zum Beispiel, dando visibilidad exclusivamente a mujeres cineastas en estos encuentros mensuales. Asimismo, es cofundadora de FilmSamstag (1997-2007) y fundadora de Bolexwerkstatt (dffb, 2015). También ha publicado Maria Lang – Texte zum Film (2017).
Sarah Neely
Sarah Neely is a writer, producer and researcher, working primarily in the areas of artists’ moving image and film archives. She is Professor of Film and Visual Culture at the University of Glasgow. Her publications include Between Categories: The Films of Margaret Tait – Portraits, Poetry, Sound and Place (Peter Lang, 2016) and, as editor, Margaret Tait: Personae (LUX, 2020) and Margaret Tait: Poems, Stories and Writings (Carcanet, 2012). Neely has given talks and curated film programmes at various international festivals and venues, including Cinema Ritrovato (Bologna), Edinburgh International Film Festival, Glasgow Short Film Festival, the Punto de Vista Festival (Pamplona), Orkney Book Festival and Glasgow’s Gallery of Modern Art, among others.